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Exclusión Aérea, el Confuso Nombre de la Guerra Libia

por Tarak Barkawi (*)
Los fantasmas balcánicos de la década de 1990 están de regreso: zonas de exclusión de vuelos, la guerra humanitaria de Washington, Europa y la ONU, las garantías de que no se desplegarán tropas estadounidenses y una ofensiva aérea que por sí sola no puede alterar lo que pasa a ras del suelo.
Con los términos leguleyos con los cuales la comunidad internacional reconoce con repugnancia que una guerra está en marcha, la ONU (Organización de las Naciones Unidas) resolvió proteger a los civiles y crear un «cordón sanitario» en torno del país apestado, en este caso Libia.

Pero hay demasiados ecos de las terribles guerras de la partición de Yugoslavia, cuando se instauró la idea de que se podía bombardear una población con fines humanitarios.

El lenguaje de la guerra liberal puede fluir tan suavemente como el crudo ligero de los yacimientos libios, pero esta vez incluso los más creyentes parecen haberse quedado sin gasolina.

Pocos críticos se han molestado siquiera en señalar la selectividad obvia de la medida tomada contra Libia.

Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo que la comunidad internacional no podía permanecer pasiva ante el brutal ataque de un tirano contra su pueblo, se refería específicamente a uno, el líder libio Muammar Gadafi.

Y el Consejo de Seguridad de la ONU ofreció su beatífica protección sólo a algunos civiles libios, pero no a los sirios, yemeníes, palestinos ni bahreiníes. Mucho menos a los que sufren violencia en Costa de Marfil, Zimbabwe o en tantos otros lugares.

La idea de la guerra liberal –la del uso de la fuerza con fines humanitarios—continúa confundiendo a la opinión pública, sustentando los términos oficiales del debate en los foros internacionales, especialmente en Europa occidental, y delineando las operaciones militares extranjeras en Libia.

Negar la guerra: el arte del eufemismo

La guerra liberal es útil, sobre todo para los «buenos europeos», porque desmiente que se trate de una guerra. Es una zona de exclusión de vuelos para proteger los derechos humanos.

Si bien resulta obvio que los comandantes de la coalición occidental se han sumado a los rebeldes libios en su guerra contra el régimen de Gadafi, se ven obligados a simular que no es así. Con modales educados, informan a las fuerzas de Gadafi dónde deben reagruparse para evitar ser destruidas.

En esencia, aunque sin decirlo, el mensaje a Gadafi es que debe dejar de defenderse de quienes quieren derrocarlo. Pero permítasenos preguntar por qué no es posible hablar con más franqueza. ¿Por qué hay que hablar de la guerra con eufemismos liberales?

La guerra liberal tiene una contradicción central entre la gran retórica –la humanidad, la inocencia, la maldad— y la limitada responsabilidad que se expresa en la ausencia de tropas terrestres y las patéticas legiones de fuerzas de paz de la ONU.

En las guerras justificadas primordialmente por fines altruistas, los líderes elegidos de las democracias occidentales invierten sabiamente –si les conviene—la sangre, o los dólares, de sus ciudadanos.

El arma elegida es el poderío aéreo y el costo es la incoherencia estratégica. Ante la ausencia de una política sobre el terreno, las fuerzas aéreas se limitan a explotar cosas, revisar los resultados y dar vueltas por ahí. Si otros factores no se modifican, el resultado más probable es un callejón sin salida.

Pero lo más pernicioso es la forma en que la guerra liberal determina el entendimiento de los conflictos, mediante una prestidigitación digna de admirarse.

Una obra dramática

En esta obra, hay espacio para dos actores protagónicos: el interventor humanitario –casi siempre la comunidad internacional conducida por Occidente—y el perpetrador bárbaro, un reparto cambiante y selecto de líderes, regímenes y grupos étnicos.

Así, como por arte de magia, países y pueblos reales con historias imbricadas se convierten en personajes de una pieza moralizante, estereotipos básicos cuya conducta obedece a características innatas.

El melodrama viene en varios sabores, y de ningún modo Occidente termina siempre bien al final. Pero sus términos se establecen de un modo fascinante: intereses e ideales, tragedia y política, parálisis burocrática y carisma.

La memoria histórica es una baja tan inmediata que nadie la nota. Estados Unidos peleó en 1801 su primera guerra en lo que hoy es Libia contra los reinos berberiscos de Marruecos y Trípoli, entonces vasallos del Imperio Otomano, también con la justificación de razones humanitarias, bien asentadas en intereses comerciales.

Cegados una y otra vez por los cuentos de los occidentales bienintencionados y los nativos violentos, nos resulta imposible ver las historias compartidas y conexas que condujeron al actual conflicto y en las cuales se sitúan los libios, los occidentales y otros pueblos.

Libia obtuvo su independencia como reino hace sólo 60 años, teniendo a Estados Unidos y Gran Bretaña como patrones que le suministraban dinero y armas a cambio de petróleo y estabilidad.

Como en otros lugares, entonces y ahora, esa combinación generó el resentimiento popular y suministró el caldo de cultivo para que surgieran alternativas políticas que Gadafi supo aprovechar.

La feria de atracciones

Gadafi, en el poder desde 1969, funciona muy bien como personaje de una feria de atracciones, pero sus orígenes se encuentran en las historias compartidas de Occidente con el resto del mundo.

En los últimos años, la guardia costera y la policía fronteriza de Gadafi, entrenadas y apoyadas por la Unión Europea, eran muy valoradas por los «buenos europeos» pues ayudaban a mantener lejos a los inmigrantes africanos.

El último servicio de la guerra liberal es colocar la fuente de la violencia en los nativos, en los pueblos atrasados del mundo no europeo, y no en los occidentales que los explotan, los invaden, los ocupan y los bombardean.

Si nos guiamos por la retórica oficial, el problema de Iraq y de Afganistán tiene que ver con prejuicios religiosos y étnicos de poblaciones que siguen matándose irracionalmente entre sí, mientras los soldados occidentales intentan amablemente modernizarlas.

El gran costo de la guerra liberal es la claridad. Occidente corre el riesgo de crear una situación en la que no puede derrocar a Gadafi por sí mismo, pero tampoco permite ni habilita a que lo hagan los rebeldes.

Para llevar adelante su lucha, Gadafi puede apelar a escuadrones de la muerte y a francotiradores. Pero, como en Bosnia-Herzogovina y Kosovo, suministrar armas o permitir el ingreso de combatientes voluntarios árabes violaría la supuesta neutralidad de la intervención humanitaria.

La guerra no es un cuento moralizante, sino un violento abrazo mutuo. Una reflexión seria debe comenzar por admitir que Occidente es una de las partes combatientes, y la ética de la responsabilidad exige ver más allá de las seducciones del liberalismo.

(*): Profesor de estudios internacionales de la Universidad de Cambridge, especializado en la guerra, las fuerzas armadas y la sociedad, así como en el conflicto entre Occidente y el Sur global. Publicado en acuerdo con Al Jazeera.
 
Extraido de IPS

Los que en los ’60 le gritaban un “Go Home” ahora lo reciben con sus brazos abiertos

por krok

Gracias a La Momia Roja

Mr. Barak Obama

He escuchado atentamente su discurso señor Premio Nobel de la Paz. Y sepa que la invitación la extendió nuestro presidente, por lo que su llegada a este país, donde queda mi hogar, no me parece confortable, sabemos – por que se han encargado de contarnos – que justo en este instante, usted juega con sus soldados a invadir un lejano pueblo, tal como lo ha hecho su nación durante muchas décadas con mentiras y engaños.
Si, inevitablemente Sr. Obama, llego al mismo país que se utilizó como conejillo de indias por parte de su Imperio, al mismo que inoculó su lacerante y espesa cicuta llamada neoliberalismo, hoy un lastre para muchos y una salvación para pocos.
Si, señor Emperador, fue precisamente aquí donde se pudo encontrar el terreno fértil para engendrar su modelo. Es también cierto que su invasión silenciosa y cultural la hizo en un momento frágil, donde el miedo acechaba y las circunstancias conseguían a un sumiso pueblo. También fue cierto que nos ayudo a instalar a un tirano senescal que por largos años nos procuró bloquear los sueños a costa de la muerte, transformando las esperanzas en consumo. No contento con ello, permítale contarle – que nos dimos cuenta – que cuando ya sus servicios no eran pertinentes, simplemente lo desecho pues el mundo ya era otro, y su estrategia había mejorado.
A esta altura señor emperador bailábamos la música elegida por su nación ya no con botas y fusiles, sino con aquellos renovados hombres cuya ideología desteñida llenó a un pueblo de expectativas y bríos de un cambio que terminó de improviso, colapsado por la cobardía de los mismos hombres.
Deberá señor Obama darle un poco de risa que los que en los 60’ le gritaban un “Go Home” ahora lo reciben con sus brazos abiertos, clamando por un espacio para que no los olvide y que sean considerados en vuestros designios. Si, ellos son los mismos, los mismos que administraron su modelo y al parecer lo han hecho bien, pues señor presidente usted no ha cesado de alabarlos.
Sepa señor presidente que por más que han intentado borrar la memoria de los pueblos y ahora por qué no decirlo, de un mundo globalizado, no estoy de acuerdo con sus medios y desconfío de la igualdad planteada en su trivial discurso. Sabemos que la regla del libre mercado es una regla solo interpuesta por su nación y reconocemos en usted al recaudador de impuestos enviado por el Sistema Monetario Internacional. Permítame decirle, mi impertinente visita, que la riqueza como nunca seguirá llamando más riqueza, que las naciones con materias primas seguirán siendo invadidas y que terminaremos a ese paso destruyendo el planeta que nos alimenta.
Los hombres y mujeres necesitamos un descanso, un nuevo orden y una revolución cultural, asunto que por supuesto no es parte de vuestro interés.
Obama Go Home.

Un Muro para Obama

Publicado por La Momia Roja

Dada  la visita del presisente de EEUU tan esperada por algunos pero por otros no, descarguese, opine y deje su comentario:

La Moraleja Nuclear del Japón: ¿Cómo están los países Desarrollados?

por Brahma Chellaney (*)
Fukushima nos recuerda las debilidades y amenazas de las centrales nucleares en el mundo. 
Los problemas de la central nuclear de Fukushima –y de otros reactores– en el noroeste del Japón han asestado un duro golpe a la industria nuclear mundial, poderoso cártel de menos de una docena de importantes empresas de propiedad u orientación estatal que han estado pregonando un renacimiento de la energía nuclear.
Pero ya se conocen perfectamente los riesgos que corren los reactores costeros, como el de Fukushima, a consecuencia de desastres naturales. De hecho, resultaron evidentes hace seis años, cuando el maremoto habido en el océano Índico en diciembre de 2004 inundó el segundo complejo nuclear en importancia de la India, con lo que quedó desconectada la central eléctrica de Madrás.
Muchas centrales nucleares están situadas a lo largo de las costas, porque en ellas se utiliza una gran cantidad de agua. Sin embargo, desastres naturales como las tormentas, los huracanes y los maremotos están resultando más frecuentes a causa del cambio climático, que también causará una elevación del nivel de los océanos, con lo que los reactores costeros resultarán aún más vulnerables.
Por ejemplo, muchas centrales nucleares situadas a lo largo de la costa británica están a tan sólo unos metros por encima del nivel del mar. En 1992, el huracán Andrew causó importantes daños en la central nuclear de Turkey Point, en la bahía de Biscayne (Florida), pero no así, por fortuna, a ninguno de los sistemas decisivos para su funcionamiento.
Todos los generadores de energía, incluidas las centrales alimentadas con carbón o gas, requieren grandes cantidades de recursos hídricos, pero la energía

nuclear más aún. Los reactores de agua ligera, como los de Fukushima, que utilizan el agua como refrigerante primordial, son los que producen la mayor parte de la energía nuclear. Las enormes cantidades de agua local que dichos reactores consumen para sus operaciones pasan a ser corrientes de agua caliente, que se bombean a los ríos, los lagos y los océanos.

Como los reactores situados en zonas del interior ejercen una grave presión sobre los recursos de agua dulce, incluidos daños mayores a la vida vegetal y a los peces, los países que tienen litoral y padecen escasez de agua procuran buscar emplazamientos costeros adecuados, pero, ya tengan o no litoral, la energía nuclear es vulnerable a los probables efectos del cambio climático.
A medida que el calentamiento planetario provoque un aumento de las temperaturas medias y del nivel de los océanos, los reactores situados en el interior contribuirán cada vez mas a la escasez de agua y resultarán afectados por ella. Durante la ola de calor sin precedentes de 2003 en Francia, hubo que reducir o detener las operaciones en 17 reactores nucleares comerciales a causa del rápido aumento de las temperaturas de los ríos y los lagos. En julio de 2006, hubo que desconectar el reactor de Santa María de Garoña (España) durante una semana, después de que se registraran altas temperaturas en el río Ebro.
Así, pues, las propias condiciones que en 2003 y 2006 impidieron a la industria nuclear suministrar toda la energía necesaria en Europa fueron, paradójicamente, las que crearon una demanda máxima de electricidad a causa de un aumento de la utilización del aire acondicionado.
De hecho, durante la ola de calor de 2003, Électricité de France, que tiene 58 reactores en funcionamiento –la mayoría de ellos en ríos ecológicamente delicados, como el Loira– se vio obligada a comprar electricidad a los países vecinos en el mercado europeo al contado. EDF, empresa de propiedad estatal que normalmente exporta electricidad, acabó pagándola a un precio diez veces mayor, con un costo financiero de 300 millones de euros.
Asimismo, aunque la ola de calor europea de 2006 fue menos intensa, los problemas de agua y calor obligaron a España, Alemania y Francia a desconectar algunas centrales nucleares y reducir las operaciones de otras. En 2006 las empresas propietarias de centrales nucleares de Europa occidental consiguieron también exenciones para incumplir la reglamentación que les habría impedido descargar agua recalentada en los ecosistemas naturales, lo que afectó a la pesca.
Francia gusta de exhibir su industria de energía nuclear, que suministra el 78 por ciento de la electricidad del país, pero la intensidad del consumo de agua de dicha industria es tal, que EDF retira todos los años 19.000 millones de metros cúbicos de agua de los ríos y lagos, es decir, la mitad, aproximadamente, del consumo total de agua dulce de Francia. La escasez de agua dulce es una amenaza internacional cada vez mayor y la inmensa mayoría de los países no están en condiciones de aprobar el emplazamiento en el interior de semejantes sistemas energéticos que hacen un consumo tan elevado de agua.
Las centrales nucleares situadas junto al mar no afrontan problemas similares en situaciones de calor, porque el agua de los océanos no se calienta ni mucho menos con la misma rapidez que la de los ríos o los lagos y, al contar con el agua del mar, no provocan escasez de agua dulce, pero, como han demostrado los reactores del Japón, las centrales nucleares costeras afrontan peligros más graves.
Cuando el núcleo del reactor de Madrás resultó afectado por el maremoto del océano Índico, se pudo mantenerlo a salvo desconectado, porque se había tenido la previsión de instalar los sistemas eléctricos en un terreno más alto que la propia central y, a diferencia de lo ocurrido en Fukushima, que recibió un impacto directo, la central de Madrás estaba alejada del epicentro del terremoto que desencadenó el maremoto.
El dilema fundamental de la energía nuclear en un mundo cada vez más afectado por la escasez de agua es el de que necesita enormes cantidades de agua y, sin embargo, es vulnerable ante el agua y, decenios después de que Lewis L. Strauss, el Presidente del Organismo de Energía Atómica de los Estados Unidos, afirmara que la energía nuclear llegaría a ser “demasiado barata para medirla con contador”, la industria nuclear sigue subsistiendo en todas partes gracias a muníficas subvenciones estatales.
Aunque el atractivo de la energía nuclear ha disminuido considerablemente en Occidente, ha aumentado entre los llamados “recién llegados nucleares”, con el acompañamiento de nuevas amenazas, incluida la preocupación por la proliferación de armas nucleares. Además, cuando casi dos quintas partes de la población mundial viven a menos de 100 kilómetros de una costa, ya no resulta fácil encontrar emplazamientos costeros adecuados para iniciar o ampliar un programa de energía nuclear.
Es probable que lo sucedido en Fukushima afecte irremisiblemente a la energía nuclear de forma similar al accidente en la central de Three Mile Island en Pensilvania en 1979, por no hablar de la fusión, mucho más grave, del reactor de Chernóbil en 1986. Sin embargo, a juzgar por lo sucedido después de aquellos accidentes, los defensores de la energía nuclear acabarán volviendo a la carga.
(*) Brahma Chellaney, profesor de Estudios Estratégicos en el Centro de Investigaciones Políticas de Nueva Delhi, es autor, entre otros libros, de Asian Juggernaut: The Rise of China, India and Japon (“El coloso asiático. El ascenso de China, la India y el Japón”), publicado por Harpers Paperbacks en 2010, y Water: Asia’s New Battlefield (“El agua, nuevo campo de batalla de Asia”), publicado por la Georgetown University Press en 2011.
Extraido de ProDaVinci 
Título Original: Moraleja nuclear del Japón, por Brahma Chellaney

Tomás Mosciatti: “El tono maternal de Bachelet me parece ahora falso y peligroso, muy peligroso”

El Gobierno de Bachelet aprobó una termoeléctrica de la empresa AES Gener en un área verde. El proyecto fue autorizado por funcionarios de Corema, los que tenían exclusiva confianza de la ex presidenta.

En este caso triunfó el lobby y la ilegalidad, ya que no se tomó en cuenta lo que señaló la Contraloría y la Corte Suprema, que no permiteron que se emplazara una termoeléctrica en un área verde, para lo que modificaron la ley, mediante el decreto supremo 68 el 31 de diciembre de 2009, cuando se terminaba el Gobierno, para hacer un panorama perfecto para AES Gener.
El municipio de Puchuncaví nunca estuvo de acuerdo, hasta que AES Gener les entregó dinero. Los responsables de la situación son los ministros de Vivienda y el ministro del Interior de la época y naturalmente la presidenta Michelle Bachelet. Además del lobby que hizo Cristina Bitar y la oficina de abogados que defiende ahora, de la que fue parte el actual ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter.
Lo que ahora se conoce, con los cables de WikiLeaks, son las presiones que ejercieron AES Gener, con el Gobierno, alineandolos a todos para cometer la ilegalidad, lo que significó que todo el Gobierno de Bachelet se alineo con esto.

Extraido de Radio Bio Bio

P. Krugman: fundamentalistas de mercado se han equivocado en todo

por Paul Krugman

Cuando los historiadores miren atrás, a los años 2008 al 2010, lo que más les intrigará, yo creo, es el extraño triunfo de las ideas fallidas. Los fundamentalistas del libre mercado se han equivocado en todo, y, no obstante, ahora dominan a fondo la escena política como nunca antes.

 
¿Cómo pasó eso? ¿Cómo, después de que bancos fuera de control pusieron de rodillas a la economía, terminamos con Ron Paul, quien dice: “No creo que necesitemos reguladores”, a punto de encargarse de un panel clave de la Cámara de Representante que vigila a la Reserva Federal? ¿Cómo, después de las experiencias de los gobiernos de Clinton y Bush –el primero aumentó los impuestos y presidió un espectacular crecimiento en el empleo; y el segundo redujo los impuestos y presidió un crecimiento anémico incluso antes de la crisis–, terminamos con un acuerdo bipartidista para aún más recortes fiscales?
La respuesta de la derecha es que las fallas económicas del gobierno de Obama muestran que las políticas del gran gobierno no funcionan. Sin embargo, la respuesta debería ser: ¿cuáles políticas del gran gobierno?
Ya que el hecho es que el estímulo de Obama –que en sí mismo consistió de casi 40% de reducciones fiscales– fue excesivamente cauteloso como para cambiar a la economía. Y no se trata de necesitar anteojos para ver el pasado: muchos economistas, yo mismo incluido, advirtieron desde el principio que el plan era extremadamente inadecuado. Se puede expresar así: una política bajo la cual el empleo gubernamental cayó en realidad, bajo la cual el gasto gubernamental en bienes y servicios creció con más lentitud que durante los años de Bush, apenas si constituye una prueba de economía keynesiana.
Bien, quizá no era posible que el presidente Barack Obama obtuviera más de cara al escepticismo congresual sobre el gobierno. Sin embargo, aun si eso es cierto, solo demuestra el control persistente de una doctrina fallida sobre nuestra política.
También vale la pena señalar que todo lo que dijo la derecha sobre por qué la obamanomía fracasaría está equivocado. Durante dos años, se nos ha informado que los préstamos gubernamentales harían que las tasas de interés subieran hasta el cielo; de hecho, las tasas han fluctuado según el optimismo o el pesimismo hacia la recuperación, pero han permanecido sistemáticamente bajas según estándares históricos. Durante dos años se nos ha advertido que la inflación, incluso una hiperinflación, estaba a la vuelta de la esquina; en cambio, ha continuado la deflación, y la inflación central –que excluye los volátiles precios de alimentos y energía– está ahora en un punto bajo de medio siglo.
Los fundamentalistas del libre mercado han estado tan equivocados sobre los acontecimientos en ultramar como en los de Estados Unidos –y padecido, por igual, pocas consecuencias–. En 2006, George Osborne declaró que “Irlanda es un ejemplo reluciente del arte de lo posible en el diseño de políticas económicas a largo plazo”. Uups. Sin embargo, Osborne es hoy el principal funcionario de economía de Gran Bretaña.
Y en su nuevo cargo, se dispone a emular las políticas de austeridad que implementó Irlanda después que reventó su burbuja. Después de todo, los conservadores en ambos lados del Atlántico pasaron gran parte del año anterior elogiando la austeridad irlandesa como un éxito rotundo. “El enfoque irlandés funcionó en 1987 a 1989, y está funcionando ahora”, declaró Alan Reynolds del Instituto Cato en junio pasado. Uups, de nuevo.
Sin embargo, tales fracasos no parecen importar. Para tomar prestado el título de un libro reciente del economista australiano John Quiggin sobre las doctrinas que la crisis debió eliminar, pero que no fue así, aún nos rige –quizá más que nunca antes– la “economía zombi”. ¿Por qué?
Parte de la respuesta, sin duda, es que en lugar de que las personas que deberían haber estado tratando de aniquilar las ideas zombis, han tratado de comprometerse con ellas. Y esto es especialmente, aunque no exclusivamente, cierto sobre el Presidente.
La gente tiende a olvidar que Ronald Reagan a menudo cedió terreno en cuestiones políticas fundamentales, en forma más notable, terminó promulgando múltiples incrementos a los impuestos. Sin embargo, nunca titubeó en las ideas, nunca cedió en su posición de que su ideología era la correcta y la de sus oponentes, la equivocada.
En contraste, Obama ha tratado sistemáticamente de acercarse a los oponentes brindando cobertura a los mitos de la derecha. Ha elogiado a Reagan por restaurar el dinamismo estadounidense (¿cuándo fue la última vez que se escuchó a un republicano elogiar a Franklin Delano Roosevelt?), adoptó la retórica del partido Republicano sobre la necesidad de que el gobierno se apretara el cinturón, aun de cara a la recesión, y ofreció congelamientos simbólicos en el gasto y los salarios federales.
Nada de esto detuvo a la derecha para no seguirlo calificando de socialista. Sin embargo, ayudó a darle poder a las malas ideas en formas que pueden hacer un daño bastante inmediato. En este momento, Obama aclama el pacto de la reducción fiscal como un estímulo para la economía –pero los republicanos ya hablan de recortes en el gasto que contrarrestarían cualquier efecto positivo del pacto–. ¿Y cuán efectivamente nos podemos oponer a estas demandas, cuando él mismo ha abrazado la retórica de apretarse el cinturón?
Sí, la política es el arte de lo posible. Todos entendemos la necesidad de lidiar con nuestros enemigos políticos. Sin embargo, una cosa es hacer pactos para hacer avanzar los objetivos, y otra, abrirle la puerta a las ideas zombis. Cuando se hace eso, las zombis terminan comiéndose el cerebro, y, muy posiblemente, también a la economía.

© 2010 The New York Times News Service.

Extraido de CIENCIAS SOCIALES HOY

Chomsky: filtraciones de Wikileaks muestran odio de gobernantes a la democracia

David Brooks, Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 1º de diciembre de 2010, p. 3

FotoNueva York, 30 de noviembre. El gobierno de Estados Unidos amenaza fiscalizar judicialmente a Wikileaks mientras intenta superar la crisis diplomática provocada por la divulgación de más de 250 mil cables de sus 274 embajadas y consulados, y se intensifica el debate sobre las implicaciones de la filtración. Noam Chomsky consideró que esto revela el profundo odio de los gobernantes a la democracia.
Mientras la secretaria de Estado, Hillary Clinton, se reunió con contrapartes en Asia central –muchos de ellos mencionados en los cables– para intentar aminorar el golpe y rescatar su prestigio, el procurador general, Eric Holder, y el Pentágono reiteraron que se impulsan investigaciones criminalesWikileaks. acerca de las filtraciones de
Algunas versiones periodísticas señalaron que las autoridades consideran aplicar la Ley de Espionaje contra Julian Assange, el fundador y director de Wikileaks. El vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs, declaró que, obviamente, hay una investigación criminal sobre el robo y difusión de información sensible y clasificada. Explicó que se evalúa toda una gama de opciones para castigar a los responsables.
Minimizan la filtración
Otros funcionarios del gobierno de Barack Obama continuaron minimizando el asunto. El secretario de Defensa, Robert Gates, declaró hoy a reporteros en el Pentágono que la divulgación ha sido un asunto embarazoso, pero que las consecuencias para la política exterior estadunidense son limitadas. El hecho es que los gobiernos establecen relaciones con Estados Unidos porque está en su interés, no porque les gustamos, no porque confían en nosotros y no porque creen que podemos mantener secretos.
Hillary Clinton reiteró en Kazajstán que fue un acto muy irresponsable que puso en riesgo las vidas de personas inocentes en todo el mundo, sin tener consideración para los más vulnerables, incluyendo periodistas.
Insistió en defender la libertad de expresión y criticó a los gobiernos que reprimen a los periodistas. En la era del Internet, sostuvo, es difícil balancear la libertad y la responsabilidad. Tenemos que apoyar y proteger la libertad de expresión, sea de un individuo o de un periodista. Pero también tiene que haber algunas reglas o algún sentido de responsabilidad que debe ser inculcado.
En tanto, el Departamento de Estado desconectó el acceso a los archivos de la red cibernética clasificada del gobierno y redujo el número de empleados que pueden ver mensajes diplomáticos. La medida es temporal, indicó el vocero P. J. Crowley, mientras se reparan debilidades en el sistema que se han evidenciado por esta filtración.
A la vez, el Departamento de Estado intentó desmentir que los diplomáticos estadunidenses son espías. El cable divulgado por Wikileaks firmado por Clinton, que incluye instrucciones a funcionarios estadunidenses a buscar información hasta de ADN, escaneos oculares y biométricos de representantes de otros gobiernos y de los más altos funcionarios de la Organización de Naciones Unidas, provocó críticas en varias partes sobre si los diplomáticos estaban espiando.
Un alto funcionario del Departamento de Estado –no identificado– declaró que las solicitudes para obtener esa información personal fueon enviadas por administradores de la comunidad de inteligencia, y que los diplomáticos estadunidenses no tenían obligación de cumplir con esos pedidos, reportó la agencia Ap. El vocero Crowley subrayó que nuestros diplomáticos son diplomáticos, no bienes de inteligencia.
El caso detonó un creciente debate aquí sobre el impacto y el significado de la filtración masiva de documentos clasificados –la más grande en la historia. “Tal vez la revelación más dramática (…) es el amargo odio a la democracia que es revelado por el gobierno de Estados Unidos –Hillary Clinton y otros– y también por el servicio diplomático”, consideró hoy Noam Chomsky, en entrevista con Amy Goodman en el noticiero Democracy Now. “Debemos entender (…) que una de las razones principales de los secretos gubernamentales es para proteger al gobierno de su propia población”, agregó.
Tomó como ejemplo lo dicho ayer por Clinton acerca de que los cables confirman el hecho de que Irán representa una amenaza muy seria ante los ojos de muchos de sus vecinos, ya que los documentos revelan que líderes árabes instaron a Washington a atacar Irán. Chomsky señaló que las encuestas más recientes (realizadas por Brookings Institution) reportan que 80 por ciento de la opinión pública árabe ve a Israel como la principal amenaza en la región; la segunda es Estados Unidos, con 77, e Irán con 10 por ciento. Eso no se reporta en los periódicos, pero seguro es muy familiar para los gobiernos de Israel y Estados Unidos y sus embajadores y, por tanto, lo que revelan los cables no es la posición de los pueblos de la región, sino de los dictadores árabes y de los gobiernos occidentales.
Así, el significado principal de los cables divulgados hasta ahora es lo que nos dicen del liderazgo occidental, señaló Chomsky. Al omitirse la opinión pública del mundo árabe, como en otros aspectos que abordan esos cables, reiteró, eso revela el odio profundo a la democracia por parte de nuestro liderazgo político y (en este caso) el liderazgo político israelí.
Esto apenas comienza
Los cuatro diarios y la revista que han difundido el vasto acervo de cables diplomáticos informan que continuarán publicando más durante al menos una semana. Algunos editores afirmaron que esto apenas comienza.
Todo empezó, al parecer, con un analista de inteligencia militar estadunidense de 22 años de edad, quien aparentando que escuchaba a Lady Gaga –cantando y moviéndose–, estaba bajando más de un cuarto de millón de documentos diplomáticos que, después de entregarlos en una minimemoria portátil a Wikileaks, sacudieron a varios gobiernos del mundo.
Extraido de Ciencias Sociales Hoy

Rabia mal dirigida

Por Noam Chomsky (*) 

Aquel radical incorregible de siglo XVIII, Adam Smith, refiriéndose a Inglaterra, diría que los principales arquitectos del poder eran los dueños de la sociedad (por esos días los mercaderes e industriales), y estos se aseguraban de que las políticas del gobierno se atuvieran religiosamente a sus intereses, por penoso” que fuera el impacto sobre la población inglesa o peor, sobre las víctimas de la “salvaje injusticia de los europeos” en otros países.

Nunca antes había sido testigo del grado de irritación, suspicacia y desencanto como al que nos enfrentamos en los EE. UU por las elecciones de mitad de mandato. Desde que los demócratas llegaran al poder, han tenido que vérselas con nuestro monumental mosqueo por la situación socioeconómica y política en la que estamos.

En una encuesta de la empresa Rasmussen Records del pasado mes, más de la mitad de la ciudadanía americana asegura ver con buenos ojos el movimiento Tea Party: este es el espíritu del desencanto.

Los motivos de queja son legítimos. En los últimos 30 años, los salarios reales de la mayoría de la población se estancaron o disminuyeron, mientras que la inseguridad laboral y la carga de trabajo seguirían en aumento, lo mismo que la deuda.Se ha acumulado riqueza, pero sólo en unos cuantos bolsillos, provocando desigualdades sin precedente alguno.

Estas son las consecuencias derivadas de la financiarización de la economía que viene produciéndose desde los años 70, y el correspondiente abandono de la producción doméstica. Avivando el proceso, la manía desregulatoria favorecida por Wall Street y apoyada por economistas fascinados por los mitos de la eficiencia del mercado.

El público advierte que los banqueros, responsables en buena parte de la crisis financiera, y a los que hubo que salvar de la bancarrota, se encuentran disfrutando de beneficios récord y suculentas bonificaciones, y mientras, las cifras de desempleo continúan en el 10 por ciento.La industria se halla a niveles de la Gran Depresión:uno de cada seis trabajadores en paro, y con la pinta de que los buenos trabajos no van a volver.

La gente, y con razón, quiere respuestas, y no se las da nadie, exceptuando unas pocas voces que cuentan historias con cierta coherencia interna: eso es, en caso de que uno deje la incredulidad en suspenso y se adentre en su mundo de disparate y engaño.

Pero ridiculizar las travesuras del Tea Party no es lo más acertado. Sería mucho más apropiado intentar comprender qué es lo que subyace tras el encanto del popular movimiento, y preguntarnos a nosotros mismos por qué una serie de personas justamente cabreadas están siendo movilizadas por la extrema derecha y no por el tipo de activismo constructivo que surgiera en tiempos de la Depresión, tipo CIO (el Congreso de las Organizaciones Industriales).

En estos momentos, lo que oyen los simpatizantes del Tea Party es que toda institución (gobierno, corporaciones y cuerpos profesionales) está podrida, y que nada funciona.

Entre el desempleo y los embargos, los Demócratas no tienen tiempo para denunciar las políticas que condujeron al desastre. Puede que el Presidente Ronald Reagan y sus sucesores Republicanos hayan sido los grandes culpables, pero estas políticas ya despuntaron con el Presidente Jimmy Carter, y se intensificaron con el Presidente Bill Clinton. Durante las elecciones presidenciales, el electorado principal de Barack Obama serían las instituciones financieras, que afianzaron su primacía sobre la economía en las últimas décadas.

Aquel radical incorregible de siglo XVIII, Adam Smith, refiriéndose a Inglaterra, diría que los principales arquitectos del poder eran los dueños de la sociedad (por esos días los mercaderes e industriales), y estos se aseguraban de que las políticas del gobierno se atuvieran religiosamente a sus intereses, por penoso” que fuera el impacto sobre la población inglesa o peor, sobre las víctimas de la “salvaje injusticia de los europeos” en otros países.

Una versión más moderna y sofisticada de la máxima de Smith es la teoría de inversión en partidos políticos del economista político Thomas Ferguson, que considera las elecciones como eventos en los que grupos de inversores se unen para poder controlar el estado, seleccionando para ello los arquitectos de aquellas políticas que sirvan a sus intereses.

La teoría de Ferguson resulta útil para predecir las estrategias políticas para largos periodos de tiempo. Esto no es ninguna sorpresa. Las concentraciones de poder económico buscarán de manera natural extender su influencia sobre cualquier proceso político. Lo que ocurre es que, en los EE. UU, esta dinámica es extrema

Y aún así, puede argumentarse que los derroches empresariales tienen una defensa válida frente a las acusaciones de avaricia y desprecio por el bien común. Su tarea es maximizar las ganancias y la tajada de mercado; de hecho, ese es su deber legal. De no cumplir con esa obligación, serían reemplazados por alguien que lo hiciera. También ignoran el riesgo sistemático: la posibilidad de que sus transacciones perjudiquen la economía en su conjunto. Ese tipo de externalidades no es de su incumbencia, y no porque sean mala gente, sino por razones de tipo institucional.

Cuando la burbuja estalla, los que tomaron los riesgos corren al refugio del Estado niñera. La operaciones rescate, una especie de póliza de seguro gubernamental, es uno de los perversos incentivos que magnifican las ineficiencias del mercado.

Cada vez está más extendida la idea de que nuestro sistema financiero recorre un ciclo catastrófico», escribieron los economistas Peter Boone y Simon Johnson en el Financial Times de enero. Cada vez que sucumbe, confiamos en que sea rescatado por las políticas fiscales y el dinero fácil. Este tipo de reacción muestra al sector financiero que: puede hacer grandes apuestas, por las que será generosamente recompensado, sin tener que preocuparse de los costes que ocasione, porque será el contribuyente el que los acabe pagando a través de rescates y otros mecanismos, y como consecuencia, el sistema financiero resucita otra vez, para apostar de nuevo y volver a caer .

El día del juicio final es una metáfora que también se aplica fuera del mundo financiero. El Instituto del Petróleo Americano, respaldado por la Cámara de Comercio y otros grupos de presión, ha intensificado sus esfuerzos para persuadir al público de que abandone su preocupación por el calentamiento global provocado por el hombre, y según muestran las encuestas, con bastante éxito. Entre los candidatos republicanos al Congreso en las elecciones de 2010, prácticamente todo el mundo rechaza la idea del calentamiento global.

Los ejecutivos responsables de la propaganda saben de sobra que el calentamiento global es verídico, y nuestro futuro, incierto. Pero la suerte de las especies es una externalización que los ejecutivos tienen que ignorar, por cuanto lo que se impone es el sistema de mercado. Y esta vez el público no podrá salir al rescate cuando finalmente se desate el peor de los escenarios posibles.

Tomando prestadas las palabras de Fritz Stern, el distinguido estudioso de la historia alemana: tengo edad suficiente como para acordarme de aquellos días escalofriantes y amenazadores en los que los alemanes descendieron de la decencia al barbarismo Nazi . En un artículo de 2005, Stern indica que tiene el futuro de los Estados Unidos en mente cuando repasa un proceso histórico en el que el resentimiento en contra de un mundo secular desencantado encontrara la liberación en el éxtasis del escape de la razón».

El mundo es demasiado complejo para que la historia se repita, pero de todos modos, hay lecciones de las que acordarse cuando registremos las consecuencias de otro ciclo electoral. No es pequeña la tarea a la que habrá de enfrentarse el que desee presentar una alternativa a la indignación y la furia descarriada, que ayude a organizar a los no pocos descontentos y sepa liderar el camino hacia un futuro más prospero.

(*) Es el intelectual vivo más citado y figura emblemática de la resistencia antiimperialista mundial. Es profesor emérito de lingüística en el Instituto de Tecnología de Massachussets en Cambridge. Su libro más reciente es Hopes and Prospects. Estados Unidos.
Extraido de Other News

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