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Desigualdad

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Si no consumes, no participas, y si no participas, no eres feliz

por Benito Baranda F. (THE CLINIC)
Las últimas semanas han estado muy convulsionadas en nuestro país. La cantidad de personas que se han movilizado manifestando su malestar, exigiendo sus derechos y expresando la urgencia de transformaciones más radicales en la manera de organizar la sociedad, han sido mucho más de las que nos imaginábamos. A esto se suma la situación creada por la crisis de La Polar, que es sólo la punta del iceberg de la angustiante situación que viven miles de personas y familias por deudas de consumo que los asfixian, con manejos financieros de cobranza que son claramente usureros y que se multiplican con todos aquellos servicios públicos básicos que la sociedad ha tenido crecientemente que financiar. Este proceso de mercantilización de todo lo público, donde todo se cobra, todo se paga, y donde, además, si no consumes, no participas, y si no participas, no eres feliz, ha llevado a muchas familias y comunidades a vivir una agonía permanente, con altas tensiones familiares y con un elevado número de personas con trastornos psicoafectivos.
La prensa en general –también mercantilizada- ha mantenido una cierta distancia con estos movimientos (algunos con una grosera imparcialidad política), su cercanía con los diversos tipos de poder la hace centrar la atención más en los desórdenes, destrucciones, vandalismos y delitos, que en las demandas de igualdad, de justicia y de una carga más equitativa para llevar adelante el desarrollo del país, inclusive han cedido espacios demasiado extensos a las autoridades de gobierno o a los actores político-económicos, y muy poco a quienes están en el corazón de estos movimientos: los ciudadanos, esos simples habitantes de nuestro país que ya no soportan más.

Por otra parte, la prensa en general no se anticipó a lo que venía, engolosinada con las tensiones en el poder político, económico o eclesial, o presa de la farándula, no vio el malestar ciudadano que se venía incubando desde hace décadas en Chile. Resulta muy claro: cuando te enseñan que lo que importa eres sólo tú, que ojalá pagues la menor cantidad de impuestos para disfrutar tu dinero, que se te medirá la felicidad por los bienes materiales que posees y que, sin importar cómo logres el anhelado prestigio material (aunque explotes a otros, evadas tributos o vulneres derechos), serás aplaudido por los poderosos y homenajeado, es muy difícil escaparse a mirar otro horizonte y va ocurriendo un progresivo deterioro de nuestra propia humanidad. Eso es exacerbado por la misma prensa, por la publicidad -leí hace poco que un producto alimenticio se arroga que es el alma de Chile-, donde no puedes envejecer, ni ser pobre, ni pertenecer a un pueblo originario, ni tener un cuerpo que no parezca de modelo, sino serás infeliz.
¿Cuánto saben los periodistas que no pueden publicar, cuánto nos podrían contar del estilo de vida de la alta sociedad (escandaloso) que difícilmente les permitirían editar y que contribuye a este ambiente de injusticia y sensación de abuso? Los invito a que investiguen a fondo las medidas económicas, sociales y culturales que se llevan hoy adelante y que averigüen de verdad que tal funcionan y si efectivamente nos ayudarán a construir una sociedad más justa y con igualdad de oportunidades. Difícilmente una política basada en bonos, asignaciones y fondos concursables permitirá mayor justicia. La política social universal requiere estar basada en derechos y oportunidades igualitarios y, sólo en ese contexto, las transferencias adquieren sentido, generan participación ciudadana, aportan dignidad y hacen crecer en sentido de justicia a la sociedad. Tienen tarea los medios para abrirnos los ojos y los oídos a lo que hoy está ocurriendo en Chile; hemos comenzado y ojalá no terminemos como los indignados de Europa, desilusionados de los políticos, cansados de los subsidios y profundamente dolidos por que las cargas de la crisis no fueron asumidas de manera igualitaria por todos los actores de la sociedad.
Extraido de THE CLINIC
Título Original: ¿Sordos y Ciegos?

La Desigualdad en Chile es un Problema Estructural y no Cíclico

por Loreto Soto
Un informe elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ubicó a Chile en el primer lugar de los países con peor distribución del ingreso y con los mayores índices de pobreza entre los miembros de esta entidad. Y pese a que tanto el Gobierno como el empresariado confían en que el crecimiento y la generación de empleos mejoren la situación, expertos aseguran que se trata de problemas estructurales derivados del sistema económico que impera en el país.
Un panorama poco alentador respecto de la distribución del ingreso en el país reveló este martes el informe “Panorama de la Sociedad”, elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Según el documento, Chile ocupa el primer lugar respecto de la desigualdad de la distribución de los ingresos en su población y se posiciona en el tercero en cuanto a los índices de pobreza. Un diagnóstico que pone el dedo sobre la yaga, después de todas las gestiones que se realizaron para que nuestro país, finalmente, pudiera entrar al grupo de las naciones más ricas.
De acuerdo a lo que indicó la OCDE, Chile posee un coeficiente de Gini – que mide la desigualdad- de 0,50, mientras la media de la organización es de 0,31. Es decir, el país se encontraría al nivel de Brasil, México y Zambia. Por otro lado, se alcanza un total de 18,9 por ciento de pobreza, lejos del 10 por ciento en promedio que registran los países miembros de la OCDE.
Estas cifras, en todo caso, no son una sorpresa. De hecho, la encuesta Casen de 2009 – que se dio a conocer el año pasado- ya indicaba un aumento en la brecha de los ingresos autónomos entre los ricos y pobres durante el periodo 2009 – 2006. Así  el 10 por ciento más rico incrementó en un 9,1 por ciento sus ingresos, bordeando los 3 millones de pesos en promedio, mientras que el 10 por ciento más pobre redujo este ámbito en un 26 por ciento, alcanzando cerca de 63 mil pesos. La encuesta también reveló un aumento de la pobreza de un 13 a un 15 por ciento.
Frente a este escenario, el ministro de Planificación, Felipe Kast, comentó que “es una vergüenza social que en un país que crece tanto tenga estos niveles de pobreza y de desigualdad y, por lo mismo, estamos teniendo un gasto social muy fuerte e importante y no solamente eso, sino que un crecimiento económico que es la gran herramienta para destruir la pobreza. Sin empleo es muy difícil que podamos lograr el desafío de garantizarle a cada chileno, un lugar de dignidad”.
Con mayor optimismo , el presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), Andrés Concha, aseguró que estos indicadores son efectos de la crisis económica y que con la recuperación del crecimiento, el escenario volvería a ser favorable.
“Coincide con un periodo de desempleo y altos precios de los alimentos como ocurrió en 2009. Eso juega en contra de la distribución del ingreso. Esperamos que esas cifras puedan mejorar con la expansión de la economía y el aumento del empleo porque realmente la capacidad de insertar en el mundo del trabajo a la gente que está cesante o inactiva, genera un impulso que se ve altamente beneficiado en los sectores de menores ingresos”, dijo Concha.
Sin embargo, para el economista y director de la FLACSO, Andrés Solimano, la desigualdad en la distribución de los ingresos del país es un problema estructural que más allá de aspectos coyunturales, se relaciona con el sistema económico imperante en Chile y que no ha podido ser resuelto por ningún Gobierno en las últimas décadas.
“El índice de Gini está sobre el 50 por ciento en Chile hace por lo menos un cuarto de siglo. Puede tener vaivenes, como bajar la desigualdad en años de crecimiento económico y subir en periodos de recesión porque se afecta más a la fuerza laboral que pierde empleos e ingresos. Eso es cierto, pero todo eso pasa en torno a una media de desigualdad en torno a un 50 por ciento. Eso ya es un problema estructural y no parte de un ciclo”, precisó Solimano.
De hecho, Chile pasó de tener un ingreso per cápita de 4 mil 500 dólares en los ´80 a 13 mil en 2010 y la desigualdad se ha mantenido constante. “El crecimiento económico por sí mismo no cierra la brecha entre los ingresos”, afirmó el experto.
En este sentido, el economista indicó que existen ciertos factores de fondo que ayudan a perpetrar la inequidad a lo largo del tiempo. Entre ellos se incluye la concentración de la tenencia de activos de las grandes industrias en pocas manos; la falta de reducción de la brecha de los ingresos laborales entre los ejecutivos y la mano de obra; la disgregación de la fuerza sindical que disminuye el poder de negociación de los trabajadores y la inoperatividad de elementos que potencialmente podrían disminuir las desigualdad como la calidad de la educación pública que serviría como movilizador social.
A juicio de Solimano es necesario promover un consenso social para impulsar iniciativas como una Reforma Tributaria – el elemento por excelencia para reducir las brechas- y una Reforma Educacional que potencie la educación pública.
Extraido de radio.uchile.cl
Agradecimientos a VERSUS 21

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